Nunca supieron explícitamente de la existencia del otro y sin embargo eran indisolubles, no podía creer no ser uno, pues no se conocían.
Cuando se miraba al espejo la figura era igual para ambos y ambos decían ese soy yo, pero solo cuando el silencio llenaba su cabeza y su memoria recordaba lo pensado y sentido comprendía que otro yo muy distinto ocupaba el mismo cuerpo.
En su interior una caída libre se producía pero, aún no sentía terror no se conocía.
Ser sólo uno sin ni siquiera conocerse. Resulta inquietante. La "caída libre" del interior da al texto un toque de vértigo.
ResponderEliminarEl título me gusta.